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Jamaica: la cara B

Mucha gente conoce Jamaica, o su bandera, gracias a figuras como Bob Marley o Usain Bolt. Además parece tener una imagen muy positiva al internacional, clasificada de manera algo surrealista entre los países más felices del planeta por el World Hapinness Report 2016. Empero, seguramente pocos sabrían situarla en el mapa, a pesar de haber sido una destinación turística muy de moda. En los últimos años se desaconseja viajar al lugar por los disturbios que azotan a la isla. ¿Qué está pasando?


Jamaica accedió a la independencia en 1962 y, desde el principio de los años 1980 se imponen en la isla decenas de “ajustes estructurales”. La deuda jamaicana es la sexta más grande del mundo en proporción con el Producto Nacional Bruto y por ello acaba de firmar con el FMI un acuerdo de escalonamiento de una parte de su deuda.



¿Restos de colonialismo?


Tras el hundimiento de los precios de las materias primas a finales de la era colonial se favoreció la “industrialización por invitación”. Esto consistía en invitar a empresas extranjeras con todo tipo de incitaciones (reducción de impuestos, salarios bajos, derecho laboral o normas medioambientales laxas…) para dar así trabajo a aquellos agricultores que quedaron marginados tras el cierre de las plantaciones. La idea se recibió con tanto entusiasmo que le valió el Premio Nobel de Economía a Arthur Lewis, cosa que empujó a los gobiernos a lanzarse a esas aguas. Pero como venían los capitales extranjeros se iban los beneficios. Cómo los resultados prometidos no se daban, las criticas sonaron en masa. Así nació el sistema de desarrollo que se tachó de neocolonialismo. Para quienes teorizaron ese modelo, el organismo que extraía las riquezas locales cambió: ya no era Gran Bretaña, sino Estados Unidos. En modo de funcionar, empero, era el mismo: las inversiones de las empresas extranjeras en las islas como la de Jamaica estaban destinadas a volver a casa.


Una economía hundida.


Gracias en parte a los ajustes sucesivos que han llevado a cabo los expertos occidentales allí, Jamaica presenta un modelo a evitar. La isla exporta materias primas poco o no transformadas dejando asi el valor añadido a otros países. La isla importa prácticamente de todo lo necesario: petróleo, vehículos, maquinaria, productos manufacturados y agroalimenticios. El paso al sector terciario se hizo primero por y para las multinacionales extranjeras en el sector del turismo (que representa un tercio del PIB): hoteles y cruceros en particular, y se concedió una buena tajada para la burguesía local. Algunas empresas textiles uy farmacéuticas han trasladado sus escalones de producción sin valor añadido a zonas de la isla que los jamaicanos llaman “slave zones”: centros de llamadas, ensamblaje…


La mayoría de los jamaicanos viven de la economía sumergida. El turismo representa aproximadamente lo mismo que las transferencias de la diáspora. Lo cual revela que la isla es principalmente exportadora de mano de obra; la gente emigra a EEUU o Canadá en busca de empleo mejor remunerado. Es difícil evaluar el impacto de la fuga de cerebros. Las instituciones internacionales prefieren darle la vuelta a la tortilla y decir que se trata de un “brain gain” antes que un “brain drain” declarando que los expatriados vuelven con un valioso saber adquirido en América del Norte o Europa. Lo que dice la realidad en cambio es que la mayoría de los que vuelven son o bien jubilados o bien deportados por condenas…


Fractura en la sociedad.


Jamaica es el 37° país más desigualitario del mundo: el 10% de los más ricos poseen el 35% de las riquezas. El salario mínimo equivale a 50 euros por semana por 40 horas semanales. Esto da lo justo para pagar el alquiler y lo básico en comida, pero raros son los que pueden pagar la factura del agua o de la electricidad. Esto explica el alto número de conexiones piratas a las redes. Los cables ilícitos se esconden bajo la arena y varios pescadores del gueto de Kingstown han recibido descargas eléctricas al bañarse.


Aunque el FMI hable de mejora del “clima para inversiones” las compañías de telecomunicaciones y de electricidad presentan enormes pérdidas por robos provenientes de los “recuperadores” de metales para revenderlos. Las muchas “bandas” de la isla piden una especie de impuesto por su protección. Muchos trabajadores se quejan de que éste chantaje también lo practica una policía ampliamente corrupta.


De la violencia política a los “gangs”.


Sin hablar de la violencia política que ha existido desde siempre en la isla entre los dos principales partidos: el People National Party y el Jamaica Labor Party. Es habitual que en un barrio se dé un 100% de votos a uno de los dos partidos. Esto tiene lugar por la cartografía política que se ha ido dibujando al construir barrios nuevos e instalar en ellos a los simpatizantes de un partido u otro.


Hoy en día, las bandas han reemplazado al Estado en los barrios pobres donde está ausente. En los barrios reinan estas bandas repletas de jóvenes y niños (“gun boys”) patrullando por las calles. Dos fenómenos explican la entrada de las armas a la isla: la Guerra Fría y la redirección de los flujos de cocaína proveniente de Colombia y de México (cf. México: de la narco-guerra a la guerra civil).


En los años 1970 entraron en los guetos jamaicanos armas de forma masiva. Esto ocurrió porque la CIA, temiendo que se repitiera el escenario cubano, se involucró para derrocar al gobierno de Michael Manley juzgado demasiado socialista.


En 2010 la banda de Tivoli Gardens con una vasta red de distribución de drogas controlaba prácticamente todo el centro de Kingston. Los comerciantes pagaban el impuesto de protección. La actividad de la banda se percibía de manera positiva ya que liberaban a los barrios de los pequeños crímenes y el vandalismo además de distribuir ayudas para vestir a los niños o mandarlos al colegio.


Pero al entrar armas en el territorio, los homicidios aumentaron. Y, según la policía jamaicana, menos de un cuarto de las muertes tienen que ver con las drogas y las bandas. En 2005, el ratio de homicidios por 100 000 habitantes era de 58 alcanzando un pico que le valió al país el primer puesto en homicidios por habitante. Para entrar en varios barrios de la capital, la policía no puede acerlo sin el ejército. Un ejército exclusivamente centrado en el “enemigo interior”.




Aun así, Jamaica suscita interés diplomático como lo muestran las recientes visitas de altos cargos provenientes de Venezuela, China, Japón, México o incluso Estados Unidos. De lo que se trata es de saber cómo sacar a Jamaica de la situación casi anárquica que resulta en una pobreza generalizada, teniendo en cuenta su gigantesca deuda, sin que desboque en un estado fallido.

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