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Somalia: Estado de caos

En 2011 el “Global Risks Atlas” de Maplecroft adjudicaba a Somalia el premio de la destinación más peligrosa del mundo debido al caos e inestabilidad reinantes. El premio está justificado: un clima difícil, hambrunas cíclicas y mortíferas, una violenta guerra de clanes, piratería cómo método de subsistencia para muchos, el islamismo de los Shebab, los secesionismos del Somaliland o del Puntland, las intensas injerencias de los vecinos y otros… ¿Cómo un Estado que reunía todas las características del Estado-nación ha acabado convirtiéndose en un caos incontrolable? Demos un breve repaso a los desafíos que ha de hacer frente esta Somalia con ganas de estabilizarse y resurgir como un Estado sólido.


El Estado-nación fallido

Con una población de 10,5 millones de personas en 2014 (según el Banco Mundial) Somalia es un país situado en el cuerno de África, una de las regiones más inestables del globo. Su débil economía todavía basada en el sector primario y dependiente de factores climáticos, el PIB por habitante es de 600 dólares estadounidenses. Esto lo coloca en el puesto 190 (de 194) según la clasificación del CIA World Factbook.


Pero Somalia es el prototipo de un Estado-nación: el 99% de los somalíes son de religión sunní y el 99% de la población habla somalí. Semejante homogeneidad cultural es única en el continente africano, caracterizado habitualmente por sus conflictos étnicos.

La dictadura de Mohamed Siad Barre mantuvo al país forzosamente unido, pero la nación no resistió a su caída y el país se convirtió en un caos.

¿Qué pasó?

El actual Estado de Somalia nació el 1 de julio de 1960. Fruto de la descolonización, el Somaliland británico se unió con la Somalia italiana. Al mismo tiempo, el Somaliland francés se convirtió en Yibuti. Tras casi una década de gobierno de la Liga de Juventud Somalí, un golpe de estado militar instauró la autocracia de Mohamed Siad Barre en 1969. Este dictador estableció un partido único y dio un giro hacia el socialismo relacionándose con la URSS y China durante la Guerra Fría.


Siguiendo sus ideas pan-nacionalistas, Siad Barre tenía intención de unir a la etnia somalí, presente en Somalia, Etiopia y Kenia, en una gran nación. La bandera de Somalia es una estrella blanca sobre un fondo azul. Las cinco puntas de la estrella simbolizan los cinco territorios de la “Gran Somalia”. La actual Somalia estaría compuesta por tan solo dos de ellos y le faltarían sus “hermanos separados” de Etiopia, Kenia y Yibuti. Por hacer realidad el mito de la “Gran Somalia” declaró la guerra a Etiopia y atacó el Ogadén, que era un territorio etíope. Ante esta incómoda situación, la URSS finalmente escogió apoyar a Etiopia, dejando de lado a Siad Barre. La guerra del Ogadén terminó en 1988 e hizo aproximadamente 13 000 víctimas.


Durante la guerra y con la economía derrumbada, el Norte del país se puso a exportar carne bovina a la península arábica y en la mitad de los años 1980 dichas ventas representaban el 90% de los ingresos por exportaciones. Los ganaderos y comerciantes norteños, anticipando la mano cleptómana del régimen de Mogadiscio se unieron al movimiento separatista. Siad Barre lanzó una ofensiva contra la región. Esto hizo que los jefes rebeldes se unieran y derrocaran al dictador en 1991, tras tres años de combates.

El caos se organiza

Con la caída de Siad Barre en 1991, se inicia una etapa de transición. Sin embargo, los “señores de la guerra” que se unieron para derrocar al dictador también expulsaron a los cascos azules de la ONUSOM en 1993. Una guerra entre clanes se instala en ese momento, Somalia se entierra en una guerra civil controlada por diferentes señores de la guerra. Tras la reunión de Arta en 2000, el presidente de Yibuti, Ismael Omar Guelleh, impuso un gobierno de transición, aunque éste jamás fue aceptado por los jefes de la guerra. Empezó a organizarse en Kenia hasta que pudo entrar a la actual capital somalí de Mogadiscio. Aun así la vida en la capital no era la soñada, de hecho era el escenario de violentos enfrentamientos entre señores de la guerra, corruptos por norma. En 2004 durante la conferencia de Nairobi se sentaron las bases de las instituciones federales, entre ellas figuraba el Gobierno Federal de Transición (GFT). En junio de 2006, milicias de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI) se adueñó de la capital e instauró su propio orden moral: separación de hombres y mujeres, prohibición de la música, el baile o la televisión... El GFT acudió a Etiopia, que con la ayuda de Kenia y EEUU así como el aval de la UE y la Unión Africana (UA) expulsó a las milicias islamistas quince días después.


Desde entonces varios actores imponen su autoridad en los territorios que controlan. Al norte del país y a lo largo del golfo de Adén, dos regiones secesionistas funcionan de manera totalmente autónoma: Somaliland que se declaró independiente en 2011, y Puntland. Las dos regiones mantienen una disputa por dos territorios en sus fronteras. En el centro y la parte sur, el Gobierno Federal de Transición está ganando terreno sobre los jefes de guerra y Al-Shabaab gracias a las tropas de la AMISOM y de países vecinos como Etiopia, Kenia o Yibuti.

Los grandes desafíos

Hambrunas

No son pocos los desafíos. Una de las principales causas de la muerte en Somalia es la hambruna. Entre octubre de 2010 y abril de 2012 murieron de hambre 258 000 personas. En 1992 otra hambruna acabó con 220 000 vidas. Si el clima de la región es difícil, éste no explica el alto número de víctimas. En efecto, las hambrunas cíclicas también golpean a los países vecinos… ¿Por qué Somalia las sufre mucho más? La respuesta es sencilla y se encuentra en la inestabilidad. Mientras que en los otros países la ayuda humanitaria salva vidas, en Somalia ésta no llega. Además, las ONGs que ofrecen ayuda sanitaria son expulsadas de los territorios controlados por Al-Shabaab.


Al-Shabaab


Lo que nos conduce a otro desafío: el terrorismo islámico. El centro/sur del país está controlado por milicias reunidas por la Unión de los Tribunales Islámicos en el movimiento “Al-Shabaab” que significa “juventud” en árabe. Creadas en 2006, se afiliaron a Al-Qaeda, aunque poco a poco han ido centrándose más en el objetivo interno de instaurar en Somalia un régimen teocrático islámico. La actuación de estas milicias (shebabs) y sus ataques a países vecinos han acarreado la entrada en escena de otros países.


Piratería


Lo que también ha traído la entrada en escena de otros países ha sido el tema de la piratería. El estrecho de Bab-El-Mandeb es un punto geoestratégico clave. Por el pasa una de las rutas energéticas y comerciales más importantes entre Asia y Europa. Por ello muchos países con negocios estaban interesados en reducir o extirpar la piratería de las costas somalíes. Para ello se formó la SHADE, compuesta por tropas navales de numerosos países (entre los cuales Australia, Canadá, China, EEUU, India, Irán, Japón, Pakistán, Turquía, Rusia, Arabia Saudí. También la Unión Europea participa con su misión EU NAVFOR. Las intervenciones han contribuido a reducir la piratería en el estrecho considerablemente en los últimos años (casi el 90% según el gobierno federal).


Injerencias


Entre ellos están Kenia y Etiopia, que los combaten; Eritrea, a quién se le acusa de apoyarlos y armarlos. A nivel regional, el conflicto se ve como una transferencia de rivalidades entre Etiopia y Eritrea (Eritrea se independizó de Etiopia en 1991 tras una guerra brutal). El acuerdo de Karthum entre el GFT y los Tribunales Islámicos en 2006 establece el fin de las injerencias de los países vecinos, dejando lugar únicamente a la AMISOM autorizada por la resolución 1725 de la ONU y que se trata de una misión de la Unión Africana que se encarga de la protección de las instituciones del GFT. Así, Etiopia retiró sus tropas en 2009… hasta que en 2011 volvió a enviarlas junto con Kenia violando la resolución de la ONU. A pesar de que se habla de la integración de tropas etíopes y keniatas en la AMISOM, parece que ambos países prefieren conservar el mando de sus operaciones.


Además, EEUU y Francia, desde sus bases en Yibuti, apoyan a Etiopia y a Kenia junto con Gran Bretaña, considerados un mal menor ante la amenaza de los shebab. En 2007, EEUU participó directamente bombardeando un campo que supuestamente albergaba a los responsables de los ataques terroristas de Nairobi y Dar es Salam.


Parece que la normalización de la presencia militar en Somalia en cuanto al derecho internacional no está al alcance de momento.


Secesionismo


En pugna con el derecho internacional y con Somalia están dos territorios al Norte del país que ya hemos citado: Somaliland y Puntland. Es habitual que cuando una parte del país se vuelve mucho más rica que la otra, la primera se vuelva reticente en cuanto a compartir todo el pastel. Como ya se ha dicho, en los años 1980’ las exportaciones de carne representaban la principal fuente de ingresos. Además, durante la guerra del Ogadén, el Norte que estaba más expuesto, había sufrido muchas operaciones militares y recibido un gran número de refugiados. El territorio se reconstruyó prácticamente únicamente gracias al apoyo financiero de su diáspora. El 18 de mayo de 1991 Somaliland se declaró independiente. En un referéndum en 2001 el 97% de la población manifestó su voluntad de ser independiente. Aun así, la votación fue rechazada por Somalia y por la comunidad internacional por miedo a que se multipliquen los movimientos independentistas violentos en África. A pesar de que ningún país haya reconocido el territorio como soberano, Somaliland lleva más de 25 años organizando elecciones regulares y dispone de su propia moneda, policía, ejército y bandera. La región se disputa un territorio con el Puntland, que también aboga por la autodeterminación aunque esté en un estado menos avanzado.




Así pues, vemos que Somalia está metida en un agujero que parece sin fondo. A pesar de ello, hay esperanza. O por lo menos eso es lo que transmite el actual primer ministro del gobierno federal de Somalia, Omar Abdirashid Ali Sharmarke, en funciones desde diciembre de 2014. “Es el país número uno en el declive estable de actividades terroristas” afirmó en una entrevista para Al-Yazira. Los señores de la guerra han ido perdiendo protagonismo frente a los políticos que están tratando de reconstruir las instituciones y recuperar territorio. “Somalia está lista para los negocios” decía con la intención de atraer futuros inversores.


Si bien es verdad que existen cifras que corroboran que las cosas están mejorando, Somalia no puede sacudirse la imagen de Estado fallido de la noche a la mañana. Sobre todo porque aunque se haya reducido el calibre de los problemas, estos siguen existiendo. Por lo tanto, aún le falta un largo camino por recorrer. Pero sí, parece que Somalia puede renacer.

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