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Ucrania: una guerra helada

Ucrania apareció por primera vez en 1917. Ya en aquél año, el recién nacido país se encontraba dividido. En Kiev los nacionalistas reivindicaban la independencia mientras que al Este, en Kharkov, se crea un gobierno pro-ruso. Enseguida estalla una guerra en la que se inmiscuyen Polonia, Alemania, Francia y los bolcheviques. Tras la derrota de los nacionalistas, una parte de aquella Ucrania caerá en manos polacas mientras que la mayor parte se reunificará con la Unión Soviética como circunscripción administrativa.




Varias Ucranias


En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, la silueta ucraniana se modifica. Los territorios que agrupaba el país tenían poca Historia en común; eran varias regiones integradas en una URSS que en absoluto aspiraba a crear una identidad ucraniana. Se podría decir, incluso, que a lo largo de los siglos se desarrollaron identidades totalmente distintas. Al Oeste, Galitzia fue una región anexionada por Polonia y más tarde por Austria, influenciada por el catolicismo. El Este de Kharkov estaba integrado en Rusia desde el siglo XVI. El espacio cosaco recorrido por el Dniepr era ortodoxo y anti-polaco. El Sur, poblado tras la conquista por el ejército de Catalina II, era la llamada “Novorrusia” a la que se añadió una parte de Rusia: Crimea.


En el plano religioso también se encuentran diferencias. Los ortodoxos del imperio zarista dependían del patriarca de Moscú. Para no depender a su vez del patriarca, los nacionalistas habían creado una autocefalía en 1918 que se refugió en Canadá en 1920. Tras la independencia, Kiev creo otra autocefalía. A estas tres divisiones hay que añadir a los greco-católicos de la Iglesia Católica Romana Oriental.


El 30% de la población se declaraba de habla rusa, pero aplicando un zoom en el territorio, esta proporción varía del 1 al 7 % en las once provincias del Oeste, mientras que al Este y al Sur alcanza el 70% en tres provincias y está entre el 40% y el 50% en otras tres.


Así de multiforme, la Ucrania independiente de 1991 se describe por si sola en los mapas electorales mostrando de manera clara la oposición Este-Oeste.


La Revolución Naranja


En realidad una revolución no nace de la noche a la mañana por unas elecciones fraudulentas. El clima venia cargándose desde años atrás. El clima empezó a cargarse en el año 2000 con el asesinato del periodista Georgiy Gongadze, fundador de un periódico reconocido por publicar escándalos de corrupción. Nadie acusó al presidente Kuchma de haberlo asesinado pero rumores hablaban de que lo había ordenado. Esos rumores fueron el origen de un movimiento anti-Kuchma que se iba a acrecentar con el escándalo “Kuchmagate”.


Durante la campaña electoral de las elecciones de 2004, el primer ministro en funciones era Ianukovitch y el presidente (finalizando su segundo y por lo tanto último mandato permitido por la Constitución) apoyaba a éste último. El equipo de Ianukovitch trato de intimidar al opositor Yushchenko que incluso sufrió un envenenamiento por dioxina, un caso que no fue aclarado.


El 21 de noviembre de 2004 se celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales entre los dos principales candidatos y dio la victoria a Ianukovitch. El candidato opositor, Viktor Yushchenko impugno las elecciones al igual que sus partidarios y observadores internacionales.


Esto desencadenó la llamada “Revolución Naranja” (la segunda de las denominadas revoluciones de color) y consistió en una serie de protestas que tuvieron lugar desde ese momento hasta enero de 2005. El detonante fue el fraude electoral pero también la parcialidad de los medios y la intimidación de votantes que había tenido lugar. Se caracterizó por el hecho de que las protestas fueron pacificas: huelgas masivas, actos de desobediencia civil y gestos simbólicos como el juramento presidencial de Yushchenko en un parlamento casi vacío. Las protestas llegaron a su fin en enero de 2005 con la organización de nuevas elecciones justas que ganó Yushchenko con el 52% de los votos.


El fantasma de la Guerra Fría


El conflicto que comenzó en febrero de 2014, sigue helado. La huida del presidente Viktor Ianukovitch (elegido legalmente) fue forzada por un pueblo indignado al verle rechazar un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Si al principio las manifestaciones de Kiev se centraban en el acuerdo comercial con Rusia, la represión impulsada por Ianukovitch provocó la radicalización de las protestas. El objetivo cambio y se pedía la dimisión del Jefe de Estado. Las protestas del Euromaidan le dieron al conflicto una dimensión que traspasaba las fronteras ucranianas y en el que la Unión Europea tenía y tiene mucho que ver.


El papel que juega Europa en Ucrania se retrata en la política de vecindad europea. Diversos programas de cooperación permiten mantener una relación estrecha con los países circundantes, marcando de esta forma los límites territoriales de la Unión. La parte del Oeste ucraniano espera estrechar lazos, y más de uno espera algún día entrar en el proyecto europeo.


El Este, en cambio, se siente mejor anclado en su pasado y sus lazos con la actual Rusia, que también está lanzada en un proyecto supranacional. El 1 de enero de 2015 entró en vigor la Unión Económica Eurasiática con Rusia, Kazakstán y Bielorrusia. Armenia y Kirguistán entraron ese mismo año. Tras ver como los tres países bálticos se unieron a la Unión Europea en 2004, lo más seguro es que Putin no esté dispuesto a seguir perdiendo influencia en las exrepúblicas soviéticas.


La atracción de los dos proyectos opuestos podría ser una de las mayores controversias para esta Ucrania bipolar y una amenaza continua para la estabilidad del país. La voluntad del Kremlin de proteger a las minorías rusas inquieta a los países limítrofes al ver la desestabilización acaecida en Ucrania.


Un conflicto helado


Si la implicación Europea es fuerte, la estadounidense parece mucho más débil. Si las ONG americanas desarrollaron su papel de manera muy visible durante la Revolución Naranja, a día de hoy nada indica que la mano de Washington fuera echada en los acontecimientos de Kiev en 2014. En 2008 la Unión Europea propuso a los países de la extinta Unión Soviética acuerdos exclusivos.


El rechazo de Kiev en diciembre de 2014 enojó a Europa. Pero no fue Europa quien hizo estallar las protestas en la plaza Maidan. Muchos de los activistas allí presentes se reclamaban de una ideología ultra-nacionalista que poco tiene que ver con Europa. Por lo tanto, la designación de pro-rusos y pro-europeos no es tan sencilla. A la luz de los acontecimientos, el Kremlin se indignó al ver a la Unión Europea haciendo de entrenador así como árbitro del partido.



La situación actual es preocupante. El país ha entrado progresivamente en el caos. Entre treguas y negociaciones, se estima que el conflicto ha hecho 9000 muertos y más de 20000 heridos. El número de refugiados se sitúa entre 1 y 2 millones, mayoritariamente en Rusia. Las reformas prometidas por Kiev no llegan y la Constitución no se ha modificado en sentido federal todavía. La economía del país esta devastada y acumula una deuda creciente que sin duda preocupará en un futuro no tan lejano.

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