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Bitcoin, blockchain: ¿revolución silenciosa?

El dinero no cesa de transformarse. Los billetes no tienen más que tres siglos de antigüedad en Europa, la tarjeta de crédito 50 años, mañana podríamos estar pagando casi todos con nuestros teléfonos móviles… Pero más allá de los soportes necesarios, la cuestión más importante es la de la confianza. Un vendedor solo aceptara el pago en conchas si confía en el valor que le otorga la comunidad a esas conchas. Esa confianza la trae el Estado, que garantiza nuestros depósitos bancarios, y el banco central que toma el rol de prestamista de última instancia y asegura la convertibilidad de monedas bancarias entre ellas. Y esto era así hasta que llego Internet y la moneda virtual. Internet construyó un nuevo modo de confianza: la confianza comunitaria que se basa en miles de opiniones agregadas (eBay, blablacar, tripadvisor…). El Bitcoin ha traído algo más novedoso aun: la confianza distribuida. Esta máquina de confianza excluye toda forma de manipulación, sin necesidad de Estado o banco. ¿Qué es esto? ¿De dónde ha salido? ¿Cómo funciona? Son algunas de las cuestiones que este articulo trata de explicar.

De la sal a la moneda virtual

Barras de sal, granos de cacao, hojas de tabaco, conchas… muchos objetos han servido como método de pago. Las primeras monedas se acuñaron a partir de oro blanco en el reino de Lidia (Oeste de la actual Turquía) durante el siglo VII a.C. Mucho más tarde, durante las dinastías Song y Yuan, aparece la segunda forma de moneda fiduciaria: el billete. Durante el Renacimiento, algunos bancos en Génova o Venecia permiten hacer transferencias. En el siglo XX las transferencias se aceleran gracias a la electricidad y la informática y se empiezan a usar las tarjetas de crédito. Finalmente, estos últimos años han visto el desarrollo de las monedas electrónicas, siendo el bitcoin la más conocida.

Pero antes de que llegara el Bitcoin, existió un puñado de monedas virtuales como b-money o bit gold. Una comunidad de ideología liberal llamada "cypherpunk" se había dedicado a imaginar y concebir monedas digitales. Trataban de desarrollar tecnologías que permitieran solventar varios problemas que no se detallan en este artículo, como el del doble gasto o el de los generales bizantinos. De la asociación de las tecnologías utilizadas para desarrollar esas monedas virtuales nació el ahora conocido bitcoin. Así, la moneda está impregnada de esa ideología liberal de su o sus creadores según la cual nadie debería tener el poder de controlar/manipular la divisa.

Bitcoin revolution

En noviembre de 2008, en medio de la mayor crisis financiera en muchos años, se publicó un artículo en el que se posaban las bases de lo que sería un sistema de transacciones electrónicas que no estaba basado en la confianza, al contrario que toda moneda anterior. En enero de 2009, el autor de dicho artículo que se escondía tras el seudónimo de Satoshi Nakamoto, registraba el primer bloque de la red emitiendo mediante esa transacción los primeros bitcoins.

Desde entonces esta criptomoneda ha superado obstáculos de manera notable y se ha ido actualizando y expandiendo inexorablemente a medida que crecía la aceptación hacia ella como método de pago.

¿Qué es lo que hace a esta moneda tan especial y por qué tanta gente habla de ella como algo revolucionario? El Bitcoin tiene varias características interesantes que merecen una atención especial.

  • La creación monetaria descentralizada y programada

Los más entusiastas para con el proyecto llegan a afirmar que “se ha liberado el dinero”. El código del protocolo Bitcoin está programado para crear 21 millones de esta unidad de cuenta a un ritmo decreciente (es decir que cada vez se irán creando menos hasta que se toque el techo en 2140 teóricamente). La creación de esta criptodivisa se hace de forma descentralizada a través del minado. Este proceso implica a los “mineros” que son los que se encargan de verificar las transacciones validando los bloques de la cadena (blockchain). En el caso del bitcoin, este proceso consiste en resolver unos algoritmos con métodos criptográficos para los que se requieren ordenadores potentes. Una vez validadas y encriptadas, las transacciones se insertan en la cadena de bloques y quedan grabadas a perpetuidad y visibles para todo el mundo. Al cumplir este proceso al que se le llama proof of work los mineros son remunerados con nuevos bitcoins y una pequeña tasa .

Esto significa que la creación de dinero no está controlada por un órgano central y por tanto no que se puede alterar. La novedad de esta moneda es que no necesita a un banco central para emitirla y respaldarla, y es independiente de cualquier gobierno. Fijémonos en el euro: si un día el Eurogrupo estima que su moneda es muy cara, entonces el BCE puede intervenir en los mercados y por ejemplo vender euros para que su precio baje. Por lo tanto, el euro debería ser en teoría mucho más estable que el bitcoin, cuyas fluctuaciones dependen únicamente de la oferta y la demanda. Además, el hecho de que no haya un banco central detrás también significa que nada garantiza que los bitcoins sean aceptados en el futuro, ya que nada obliga a los comerciantes a aceptarlos. Por otra parte, el sistema descentralizado del Bitcoin garantiza que nadie se aproveche de ese poder monetario. Aun así, el desarrollo del negocio de la minería ha hecho que surjan nuevas empresas o grupos dedicados exclusivamente a minar bitcoins. Esto hace que ya no son tanto los individuos por todo el mundo los que minan, sino que se concentran en centros de minería, principalmente en China, reduciendo el potencial descentralizador.

  • Infalsificable

Otra de las características es que el Bitcoin es en teoría infalsificable. Ese es el propósito de la criptografía que se esconde detrás de él. Todas las transacciones están encriptadas y una vez verificadas e inscritas en la cadena de bloques, son irreversibles. El mérito del artículo de Satoshi está en que resuelve el problema del doble gasto, o sea, el hecho de que alguien que posee un bitcoin lo pueda mandar a dos direcciones diferentes. Desde su nacimiento, el Bitcoin solo ha conocido un fallo de seguridad que fue rápidamente arreglado, ya que el protocolo remunera a los usuarios que corrigen, verifican y completan los procesos de encriptación. Esto es algo prodigioso para un sistema cuyo registro de transacciones es accesible para todo el mundo.

  • ¿La moneda del delito?

Claro que no todo podía ser perfecto. Disponiendo de un método de pago alternativo y protegidos por el anonimato (o por seudónimos), algunos usaban y usan la moneda para la compra de productos prohibidos o el blanqueamiento de dinero. Esto es lo que ocurría en la página web The Silk Road, donde se podía comprar de todo con bitcoins y de manera anónima. El desmantelamiento de esta web hizo que se hundiera el valor del bitcoin en 50%. Aun así, pensar que el bitcoin favorece estos delitos es equivalente a pensar que el cash (los billetes y las monedas metálicas), que no deja huella, también lo hace. Ante tal evolución, varios gobiernos se han visto obligados a regular su uso, otros han decidido prohibirlo. Si a alguien le puede parecer lógico que se prohíba esta moneda usando este argumento, en algunos países como en Suecia también se debate el fin del cash. Pero si todas las transacciones se efectúan con tarjeta o transferencias con intermediarios, los bancos (o incluso los gobiernos) podrían saber en qué se gasta el dinero cada persona. Sin duda, un frágil equilibrio el de libertad y seguridad.

El mantenimiento de ese equilibrio requiere reglamentos. Algunos gobiernos no quieren oir hablar de la divisa virtual y otros evitan implementar una regulación rígida ya que se trata de un sector en plena efervescencia y eso podría acabar siendo un freno a la innovación. Las principales ideas que surgen para regular este fenómeno son el imponer un límite en las compras con bitcoins o acabar con el anonimato a la hora de comprar bienes con bitcoins. Para esto último se están realizando cantidad de estudios sobre la identidad numérica.

  • Valor refugio

En el año 2014 el precio del Bitcoin sobrepasó al del oro, valor refugio por excelencia. Siempre se decía que el oro era un valor seguro por su condición de metal precioso. Era un activo en el que poner sus ahorros en caso de crisis, de ahí su función de valor refugio. Los bancos pueden quebrar, las empresas cerrar y un Estado puede declararse en bancarrota y no pagar su deuda, pero el oro, salvo en contadas ocasiones, siempre aumentaba.

Hoy, si de verdad el sistema que lo sostiene es sólido e incorruptible, el Bitcoin puede tener ese rol. Si un país sufre de hiperinflación, entonces los ciudadanos preferirán transformar sus ahorros en bitcoins lo antes posible para que la moneda electrónica ejerza la función de reserva de valor. Con la ventaja de poder comprar bienes con la divisa, cosa que no permite el metal precioso. Aun y todo, no es probable que el rey de las criptomonedas sustituya al oro debido a su volatilidad y la especulación que lo rodea todavía. Lo más probable es que cohabiten hasta que se despejen las dudas sobre el Bitcoin y su verdadero valor.

  • Burbuja y especulación

Hablando de valor… ¿Cuál es el precio de un bitcoin? En el momento de la escritura de estas líneas, su precio ronda los 4000 dólares (el 12 de septiembre de 2017 era de 4300 y el 13 de septiembre es de 3900). Si echamos la vista dos meses atrás, su precio era de 1830 dólares, a principios de 2016 éste era de 450 dólares. Entonces… ¿se trata de una burbuja? ¿Quién puede decir cuál es el precio de un bitcoin? En sus comicios, un bitcoin valía simplemente lo que vale la cantidad de tiempo y de electricidad usados para emitir la primera transacción e insertarla en la cadena de bloques. En realidad, la clave está en la confianza. Mientras la gente siga aceptando comerciar en bitcoins, su precio seguirá aumentando. Si la gente pierde confianza porque su precio baja de golpe, porque la red sufre un ciberataque o porque algún gobierno importante lo prohíbe, entonces el precio bajará. El precio está determinado por la oferta y la demanda, es decir el precio al que la gente está dispuesta a vender y comprarlo cada día. Otro factor determinante es la masa monetaria: tan solo se crearan 21 millones de unidades. Si la cantidad de compradores sigue en aumento cuando ya no se emitan más bitcoins, entonces su precio subirá (es lo mismo que pasa con el precio del petróleo por ejemplo). No obstante, algunos afirman que se trata de un esquema Ponzi, por lo que antes de que todas las unidades se distribuyan el sistema se habrá derrumbado.

En cualquier caso, lo que es seguro es que cuando todas las unidades estén en circulación, el incentivo para que los mineros sigan validando las transacciones pasará a ser solamente una comisión (ya que no se los podrá remunerar con nuevos bitcoins). ¿De cuánto encarecerán las transacciones en bitcoins? ¿Seguirá siendo rentable para los mineros?

Estas dudas y sobre todo la actividad especulativa que rodea al bitcoin hacen difícil saber cuál es su “precio real”. Si observamos un gráfico de la cotización BTC/USD, veremos claramente la forma característica de una burbuja. No obstante, el hecho de ser una moneda mundial y de poder realizar transacciones de par a par sin necesidad de intermediario ya le otorga un cierto valor. Un valor del que carecían los tulipanes en el siglo XVII o las empresas sin business plan de la burbuja de las dotcom.

Altcoins: el auge de las criptomonedas

El fenómeno Bitcoin y la relativa facilidad con la que se pueden crear nuevas monedas con el método de Satoshi Nakamoto ha impulsado cientos de iniciativas paralelas: ethereum, ripple, litecoin, dash, nem, monero, neo… Esas son algunas de las más importantes, pero actualmente hay 867 criptomonedas según coinmarketcap.com (¡incluso una pesetacoin!). El mayor problema es que la falta de regulación favorece la multiplicación de timos y monedas puramente especulativas, sin ningún proyecto o aplicación para la economía real.

La mayoría de esas criptodivisas alternativas solo pueden comprarse con bitcoin o ethereum, por lo que si uno quiere invertir en una empresa que lanza su propia moneda para financiarse (al estilo crowdfunding), entonces ese alguien tiene que comprar bitcoins.

Este auge que están conociendo las criptomonedas ha hecho que las instituciones financieras se vayan sumando a la aventura, viéndolas ya no como rivales, sino como oportunidades. Por un lado, está la actividad de especulación: los traders ya no pueden ignorar los altos rendimientos de estas monedas virtuales. Por otro lado está la innovación tecnológica que supone y que podría ahorrarle mucho dinero a la industria financiera. Es el caso de Ripple, una criptomoneda hecha para conectar a los bancos y sistemas de pago para transferencias más rápidas, trazables y baratas. Resulta algo paradójico ver cómo se desarrollan este tipo de monedas cuando el objetivo del Bitcoin era precisamente el de evitar intermediarios, es decir a los bancos.

Blockchain: la verdadera innovación

Desde la crisis financiera de 2008 el auge de las criptomonedas trae consigo una revolución silenciosa que bien podría cambiar la naturaleza del sistema financiero como se ya se ha dicho. De hecho, la innovación disruptiva que supone la “cadena de bloques” o blockchain podría acabar con los intermediarios (terceros de confianza) en muchos otros sectores.

  • ¿Qué es una blockchain?

La primera cadena de bloques apareció en 2008 y fue descrita en el artículo de Satoshi Nakamoto anteriormente citado. Es la arquitectura subyacente al Bitcoin. Pero se trata de una innovación que va más allá del campo de las criptomonedas. La blockchain ofrece un espacio a priori incorruptible y global de almacenamiento de pruebas con fecha y hora. Hay que imaginársela como un libro o un registro abierto y accesible a todo el mundo en el que es imposible inscribir datos falsos.

  • ¿Cómo funciona?

Toda blockchain pública funciona necesariamente con una moneda o token programable, como lo es el bitcoin. Las transacciones efectuadas por los usuarios se agrupan por bloques. Cada bloque tiene que ser validado por los “mineros” de la red, según técnicas criptográficas que dependen del tipo de blockchain. Para inscribir nuevos datos en la cadena de bloques hace falta resolver un problema criptográfico (proof-of-work) cuya dificultad aumenta a medida que la red se amplía. Algunos argumentan que este método es extremadamente costoso (se cita la cifra de 1,5 gigawatt de potencia eléctrica necesaria para mantener la red Bitcoin) y que existen otras formas de validar las transacciones (proof-of-stake, zero-knowledge…) que consumen menos energía. Una vez el bloque validado, se inserta en la cadena de bloques marcando la fecha y hora y a partir de ahí es visible tanto para el receptor de la transacción como para el conjunto de la red. Este proceso necesita poco tiempo y varía según el tipo de blockchain: actualmente en el caso del bitcoin son 7 minutos, en el caso del ethereum son 24 segundos.

  • Blockchain privada

La primera cadena de bloques creada fue y es pública. Hoy en día, algunos actores institucionales prefieren guardarse el acceso al registro, en general por temas de seguridad y de confidencialidad de los datos. Una blockchain privada puede permitirse un método de validación de las transacciones más barato (energéticamente hablando) ya que funcionaría en una lógica de club cerrado. Si por ejemplo se trata de una blockchain entre bancos, estos ya se conocen entre ellos y pueden sancionar un comportamiento inadecuado por parte de uno de los miembros. En este caso el principal problema no es la seguridad, sino la confidencialidad: algunos datos no están cifrados en la blockchain y es muy probable que los bancos no deseen compartir cierta información sensible con sus competidores.

  • Aplicaciones potenciales:

El carácter descentralizado de la blockchain, la seguridad que proporciona y su transparencia prometen un abanico de posibilidades que se extienden más allá del campo monetario. En primer lugar, pueden servir para la transferencia de activos (acciones, obligaciones, títulos, votos…). Los smart contracts son programas autónomos que ejecutan automáticamente las condiciones y términos de un contrato sin necesidad de intervención humana una vez iniciados. Con esto, la blockchain podría reemplazar a todos los “terceros de confianza” centralizados, es decir los intermediarios (funciones de bancos, notarios, catastro…), por sistemas informáticos distribuidos.

El entusiasmo por la blockchain venia del hecho que iban a poder acabar completamente con los bancos. Es evidente que los promotores del proyecto Bitcoin cantaron victoria antes de tiempo. Tanto las instituciones financieras como los gobiernos se adaptan e incluso se pueden apropiar de la tecnología. Si bien hablar de revolución puede ser algo exagerado, las mutaciones que esta innovación disruptiva puede traer a varios sectores pueden ser muy positivas para el conjunto de la sociedad.

Aunque estas evoluciones sean recibidas con entusiasmo por algunos, una confianza ciega en el código y los algoritmos podría pasar factura. Por lo general, la máquina no puede regularse por sí sola y, si algo falla en el sistema, ¿quién será el responsable? Como es normal, la regulación va muy por detrás de la innovación. Ciertamente, los cambios que le esperan al mundo financiero y posiblemente a otros sectores traerán nuevas ventajas, pero estas no estarán exentas de nuevos riesgos.

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