top of page

Camerún: la autoproclamada República de Ambazonia

El 1 de octubre todas las portadas de la prensa internacional se centraban en Cataluña y el esperpéntico espectáculo que protagonizaban Rajoy y Puigdemont. Otro episodio revelador de una crisis mucho más profunda estaba siendo ignorado: la declaración de independencia de la Republica de Ambazonia.

Contexto

Tras un referéndum patrocinado por la ONU, el 1 de octubre de 1961 el Camerún francés y el británico se unificaban en una República federal. El problema que se manifiesta hoy es que dicha unión acabó progresivamente favoreciendo a la comunidad francesa y ahogando los derechos de los anglófonos. Como en la mezcla de azúcar y agua, siendo los anglófonos azucarillos que ahora piden el divorcio.

El origen del problema

Para entender las raíces del conflicto entre francófonos y anglófonos debemos rebobinar hasta la colonización. Cuando las potencias europeas se repartieron las tierras africanas a su antojo en el Tratado de Berlín en 1885, el actual territorio camerunés fue otorgado a Alemania. En 1919, tras la Primera Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña se repartieron esas tierras: Londres se quedó con las regiones conocidas como Southern Cameroons y Northern Cameroons mientras que Paris se atribuía el resto.

Fuente: Stratfor

En 1961, con Nigeria y la parte francesa de Camerún independientes, Londres sometió el futuro de sus dos posesiones a referéndum. Sin embargo, lo hizo en violación al mandato de la ONU y faltando a la promesa de la opción independentista: o bien se unían a la Federación de Nigeria (cosa que interesaba a Gran Bretaña) o bien se unían a la République du Cameroun. Para sorpresa de los ingleses, el Southern Cameroons decidió unirse a la antigua colonia francesa con el 70,5% de los votos.

Esto ocurrió por dos razones. En primer lugar, Ahmadou Ahidjo, Presidente camerunés, hizo atractivas promesas de autonomía a la susodicha región. Por otra parte, los habitantes del Southern Cameroons temían que en Nigeria sus tierras fueran ocupadas y dominadas por otros grupos étnicos en una guerra por el poder y dominio del Estado. Así, el 1 de octubre de 1961 nacía la República Federal de Camerún (cuya bandera incluía dos estrellas amarillas), denotando con el cambio de nombre la devolución de poder a las regiones.

El Camerún francés

El tiempo demostró que Ahidjo no cumplió las promesas que hizo a los votantes anglófonos. La sedición comenzó en julio de 1961 cuando Ahidjo llegó con una Constitución preparada a la Conferencia de Foumban, donde se sentaron las bases de la naciente federación, dejando así poco margen de negociación a los anglófonos. El engaño perduró: con el apoyo del gran hermano francés el régimen se volvió más autoritario. Se desarrolló un importante aparato militar y policial para eliminar a la oposición y en 1966 todos los partidos salvo el del presidente habían sido ilegalizados. En 1972 se descubrió un yacimiento de petróleo en Limbe, ciudad de la región anglófona. Temiendo un posible conflicto (como pasó al lado con la guerra del Biafra) que impidiera explotarlo en paz, Ahidjo cambió el nombre del país a “Republica Unida de Camerún” (la nueva bandera ya solo mostraba una estrella amarilla), rechazando la vía federal por referéndum. Esto causó gran indignación en la región anglófona y supuso la abolición de su gobierno federal. Los británicos por su parte se desvincularon y prefirieron centrarse en sus relaciones con Nigeria. Poco a poco el gobierno central impone una austeridad a la región anglófona que le hace perder sus privilegios a fuego lento.

Así fue hasta que El Hadj Ahmadou Ahidjo, musulmán del norte, dejó la presidencia en 1982 por temas de salud, cediendo su lugar al vicepresidente Paul Biya, cristiano del sur que se mantiene al frente del país hoy en día a sus 87 años. El cambio de presidente trajo alguna que otra esperanza, pero el autoritarismo se redujo poco. Para colmo de los anglófonos, en 1984 se cambia por decreto el nombre del país a “Republica de Camerún”, como antes de la unificación. Este símbolo marginaliza un poco más a la antigua colonia británica. En 1998 Camerún alcanzaba el honorable título de país más corrupto del mundo según Transparency International. Diez años después, en 2008 se modifica la Constitución para permitir un tercer mandato del Presidente Paul Biya, provocando la reacción de la oposición que critica un golpe de Estado constitucional (de esos que desgraciadamente son tan corrientes en África).

El multipartidismo controlado y el énfasis en la centralización del Estado no han logrado acabar con las divisiones en el país. Además ha causado el inevitable resentimiento de las regiones anglófonas, que representan el 20% de la población total, y donde todavía prevalece la cultura británica. Estas regiones han estado en constante lucha por mantener sus prácticas contra la centralización y afrancesamiento dirigido desde Yaundé. El problema que resurge hoy en día proviene de la agregación de todas estas exacciones.

El retorno de la idea federal

Joshua Osih, diputado del Social Democratic Front (SDF) y uno de los líderes de la oposición argumenta que “la mala gobernanza de este país reside en que todo se decide en Yaundé por gente que nunca ha estado en esos pueblos para los cuales toman decisiones”. Por ello, muchas voces ya sugieren volver hacia un estado federal: dando más autonomía económica y política a las 10 regiones camerunesas (o sometiendo la repartición territorial a referéndum). Otros rechazan la idea del federalismo alegando que en términos económicos saldría más cara debido a la multiplicación de instituciones locales (pero esto no tiene en cuenta la mejora en la calidad de las decisiones).

Sin duda, la vía federal permitiría lidiar con el problema anglófono, pero no solo. Si bien es cierto que la comunidad anglófona ha sido marginada progresivamente, existen otras comunidades que sufren de condiciones todavía peores. De hecho, eso es precisamente lo que ha permitido a Boko Haram se implantase en el Norte del país… Sin embargo, la idea federal ha ido perdiendo atractivo en las regiones anglófonas últimamente y el problema se ha vuelto una bola de nieve de una envergadura de lo más preocupante.

El rebrote actual

Desde hace un año, una parte de la sociedad civil camerunesa anglófona protesta contra su marginalización en un Camerún que impone unilateralmente el francés. Los habitantes del Oeste del país reclaman más independencia o la vuelta al federalismo. En octubre de 2016 abogados de la comunidad anglófona, hartos de lidiar con jueces francófonos sin idea de inglés ni de derecho británico (que aún tiene aplicación en las dos regiones anglófonas) entraron en huelga. Un mes más tarde los profesores se unieron a las protestas y salieron a manifestar en contra del afrancesamiento del sistema educativo. También se unieron los estudiantes y desde entonces y de forma más general se protesta contra la marginalización de los anglófonos. El gobierno pasó de ser completamente indiferente a las huelgas a mostrarse abiertamente hostil.

¿Y qué es lo que se pide más concretamente?

Al principio las demandas se centraban en temas lingüísticos ligados a la educación o la justicia. En Camerún, casi todos los documentos oficiales se publican únicamente en francés a pesar de que el inglés también sea un idioma oficial. Los abogados reclamaban la traducción de la jurisdicción al inglés y la contratación de más personal anglófono. Por otra parte se solía denunciar de forma más general el hecho de que la mayor parte del presupuesto se dedica al desarrollo del “Camerún francés” dejando de lado y en un pésimo estado las infraestructuras del Oeste o Camerún Meridional. Además, los anglófonos tienen el sentimiento de que son tratados como ciudadanos de segunda clase. De hecho, ningún político de la comunidad anglófona ha obtenido un ministerio clave en el gobierno, como si de una regla no escrita se tratase…

Tras chocar contra un muro de silencio, la sordera del gobierno hizo que las peticiones se volvieran más políticas hasta poner en jaque a la forma del Estado. De hecho, se ha creado una cadena de televisión (amenazada por el portavoz del gobierno el 28 de agosto) para vehicular el mensaje de los activistas: la Southern Cameroon Broadcasting Corporation (SCBC TV). Se recogen así una serie de medidas que piden la vuelta a un sistema federal en el que dos naciones independientes y con igualdad de derechos convivan. Se pide una asamblea nacional para la región separatista en cuestión que le permita votar sus propias leyes; tener el control de su sistema educativo; la gestión de los recursos del territorio (petróleo, minerales, madera…) y de la inversión extranjera; que se use únicamente el inglés como idioma de trabajo… Así, las reclamaciones han ido en aumento paralelamente a la tensión en una escalada peligrosa.

Tensión

A raíz de las manifestaciones, la excesiva respuesta del Estado ha sido denunciada por ONGs como Amnistía Internacional. Para dispersar a los manifestantes las fuerzas de seguridad no dudan en emplear balas reales. El 21 de noviembre de 2016 la violencia policial dejó varios heridos y un muerto, mientras que cientos fueron detenidos de forma arbitraria. Una semana más tarde, el 28 de noviembre, los estudiantes de la Universidad de Buea que se solidarizaron con la huelga fueron arremetidos por las fuerzas de seguridad que causaron cuatro muertos y otros tantos heridos. Las imágenes y videos de aquel episodio se hicieron virales en las redes sociales, abriendo la herida todavía más. Muchos presos anglófonos, tanto violentos como pacíficos, se encuentran en las cárceles de Yaundé.

El CPDM (el partido al poder) negaba que hubiera un “problema anglófono” por lo que organizó un congreso en Bamenda el 8 de diciembre. En la ciudad de la región anglófona, los manifestantes se habían preparado para la ocasión. Bloquearon las carreteras, sustituyeron la bandera camerunesa por la secesionista propia en edificios oficiales e incluso quemaron la ropa de aquellos que vestían los colores del partido al poder. El coche de Paul Atanga Nji, el ministro de asuntos especiales que había convocado la reunión en la ciudad, fue incendiado y éste tuvo que refugiarse en un hospital a la espera de un helicóptero militar que vino a socorrerlo. Otros políticos tuvieron que ser exfiltrados. El gobierno calificó a los manifestantes de terroristas y los sucesos se saldaron con un centenar de detenidos que fueron a parar a una base militar de la capital y de los que no hay noticias.

En enero de 2017 Yaundé apresó a la mayoría de los líderes sindicales (que liberaría 224 días después) acabando así con las negociaciones. Además, cortó el acceso a Internet en las regiones anglófonas con el fin de evitar la comunicación y organización de protestas. Los 93 días offline provocaron pérdidas equivalentes a 3 millones de dólares y no hicieron más que radicalizar las protestas y dividir más profundamente a los cameruneses como era de esperar. Ya se han constituido grupúsculos de 20 a 100 personas que piden la secesión y optan por una postura violenta: se concentran en acciones contra escuelas y edificios institucionales o de la comunidad francófona.

La calamitosa gestión de la crisis por parte del gobierno central está siendo aprovechada por los independentistas que se están ganando el favor de la población local. El 22 de septiembre, entre 30 000 y 50 000 personas salieron a la calle demostrando la fuerza que había cogido la protesta y que existía al margen de Facebook. Afortunadamente las fuerzas del orden se mantuvieron inofensivas en esta ocasión. Desde entonces, la opción federal ha perdiendo terreno en favor a la secesionista hasta la declaración del 1 de octubre de 2017.

1-O: declaración de independencia virtual

La bahía de Ambas se sitúa en el Golfo de Guinea, al suroeste de Camerún. De ahí el nombre que se le da a la recién autoproclamada República de Ambazonia. El 1 de octubre, Sisiku Ayuk Tabe, el líder autoproclamado del Southern Cameroon Governing Council declaraba la independencia y miles de personas salían a la calle a festejarlo. En el comunicado, Ayuk Tabe apelaba a la no violencia y alentaba a sus conciudadanos a “tratar con mucho respeto a toda persona que viva en el territorio”.

Sin embargo, el gobierno central de Yaundé había declarado un toque de queda y prohibía a la población el salir a las calles. Cuando los ciudadanos entraron en infracción la respuesta policial fue violenta y desproporcionada. Amnistía Internacional contabilizaba 17 muertos, aunque otras fuentes hablan de más de 30, por no mencionar a los muchos heridos. Incluso habiendo ordenado a los ciudadanos que no salieran de sus casas, varios testimonios dan Fe de que la policía tiró bombas lacrimógenas al interior de las viviendas. Además, varios militantes anglófonos eran detenidos en sus hogares. Mientras tanto, el portavoz del gobierno anunciaba que los medios de comunicación ya no tenían derecho a dar la palabra a los opositores. Queda por saber cómo, en estas condiciones, se podría dialogar, tal y como pedía desde Ginebra Paul Biya, quien dicta la Ley en Camerún desde 35 años.

Hoy, la pregunta aparente es si se avanza hacia más federalismo o si se rompe Camerún en dos con el riesgo de provocar oleadas de violencia. Desde luego, la situación se ha vuelto muy delicada y los federalistas, que ahora son minoritarios, son considerados como moderados. Tras haber querido acabar con la crisis con arrestando a los líderes, el gobierno central ha decidido ahora desacreditar la lucha de los anglófonas estigmatizando a los separatistas. Esta estrategia parece calar entre la población francófona que se presta al juego de denigración. Es evidente que este clima no facilita en absoluto el dialogo tan necesario para calmar las tensiones.

bottom of page